Para recibir un nuevo año en Chile, hay quienes comen 12 uvas, otros que hacen sonar las ruedas de sus maletas mientras se dan una vuelta a la manzana con ellas, y también quienes se visten con ropa interior amarilla para atraer la buena suerte y prosperidad. Pero muy probablemente todos nosotros, sin excepciones, escuchamos la misma canción: “Un año más, que se va. Un año más. ¿Qué más da? ¡Cuántos se han ido ya!”.
Esta indispensable canción en las celebraciones nacionales se ha grabado en la cultura popular gracias al mítico cantante Tommy Rey. A pesar de su reciente muerte, nos legó uno de los himnos que despierta el ánimo criollo más festivo de todos y que escuchamos una y otra vez en vísperas de año nuevo.
Y, si bien la banda tropical La Sonora de Tommy Rey es una de las más buscadas en las plataformas de streaming para esas fechas, estos servicios mantienen una deuda histórica con sus intérpretes. Una que el proyecto legislativo #LeyTommyRey quiere corregir para ellos y para todos los músicos ejecutantes del país.
Presentado por la diputada Marta González (ind-PPD) e impulsado por la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), esta iniciativa “busca garantizar una remuneración justa para artistas intérpretes y ejecutantes por la reproducción de su música en plataformas digitales, una demanda histórica del mundo musical chileno”.
Como explica el presidente de la SCD, Rodrigo Osorio, actualmente las plataformas como Spotify sólo pagan regalías a artistas por ser dueños de sus grabaciones. Sin embargo, este no es el único rol que desempeñan los artistas musicales. Y oficios como la interpretación e instrumentalización quedan relegados a una segunda o tercera categoría.
Aquí está el problema. ¿Acaso el timbre, o incluso la identificación de las canciones con un artista en particular, no genera valor a las creaciones artísticas? “Un año más” fue compuesta por Hernán Gallardo en 1977 como una balada, pero sin duda es la voz y el ritmo de Tommy Rey lo que la popularizó. Lo mismo sucede con “El galeón español” o “Daniela”, que están ligadas inconfundiblemente al registro del llamado “rey de la cumbia chilena”, quien nunca recibió compensación por parte de las plataformas digitales.
No es la primera vez que se vislumbran vacíos legales sobre la directa relación entre el avance de las plataformas digitales y su afectación a las industrias creativas. A principios de año, un grupo de destacados artistas llamaron a boicot a la fiesta de Spotify en las celebraciones en torno a los premios Grammy. Cantantes como RAYE, Jessi Alexander y Amy Allen, decidieron no asistir debido a las políticas abusivas en contra de las ganancias para los y las compositoras musicales. Incluso Björk describió a la plataforma como “probablemente la peor cosa que le ha pasado a los músicos”.
Con ello, el famoso eslogan “Música para todos” de Spotify se pone en cuestión. ¿Es la música más para unos, que para otros? Con la reciente aprobación general en la Comisión de Cultura, Artes y Comunicación de la Cámara de Diputados, la modificación a la Ley 17.336 de la Propiedad Intelectual, avanza para que no pase “un año más” sin que estos servicios digitales queden eximidos del pago a intérpretes, cantantes e instrumentalistas.