Más de cinco años desde el estallido social, ha vuelto a surgir la duda colectiva sobre la figura que reemplazará al monumento del general Baquedano en la Plaza Italia, que fue dañado por las manifestaciones de entonces.
Mientras se avanza en importantes decisiones urbanísticas sobre el futuro del eje Alameda, parece el mejor momento para desplegar diversas posturas sobre la materia. Una de ellas, propone reconocer el reciente descontento social que evocó la figura del militar de la Guerra del Pacífico y, por consecuencia, defender su remoción y reemplazo por otras que generen mayores consensos sociales en el Chile actual.
En ese sentido, la figura de la poetisa y Premio Nobel de Literatura (1945), Gabriela Mistral, ha desatado la discusión tras erigirse como candidata para ocupar este lugar. Según La Segunda, esta idea se habría estado fraguando desde el gobierno del Presidente Gabriel Boric. Y a pesar de no confirmarse la información, se abre con ella un interesante espacio para el debate sobre el espacio público.
Como la rotonda de Plaza Italia ha sido el centro de concentraciones urbanas de todo tipo, desde celebraciones hasta protestas, se ha consolidado como un verdadero epicentro de la disputa política y el sentido social. Por ello, la instalación de un monumento como homenaje a Mistral significaría para muchos, un cambio en la representación de valores como país. Desde un militarismo nacionalista e historial bélico representado por los hombres, hacia un arte sensible y humanismo internacional en la figura de una mujer.
Vale decir que, según el Consejo de Monumentos Nacionales, solo un 5% de los monumentos en capitales regionales son en honor a figuras femeninas. Esto también se ha sumado a los argumentos que ven en esta idea una forma de visibilizar a comunidades despojadas, en el discurso oficial, de su lugar en la historia.
Por otra parte, algunos expertos en la vida y obra mistraliana tildan la propuesta como una “pésima idea” debido a la postura que tuvo la autora respecto a este tipo de reconocimientos. “Si ustedes me conociesen en realidad y no en leyenda, sabrían que a mí no me importa nada verme en yeso o en metal. Viva ni muerta querré yo que tiren dineros por halagarme una vanidad que no tengo. Supriman esa estatua fenomenal”, le escribió Mistral a Isolina Barraza cuando se enteró de la recolección de dinero para hacerle una estatua en Vicuña.
A pesar de ello, se tienen registros de la autora colaborando en 1954 con la escultora Laura Rodrig para la elaboración de otra estatua suya en Magallanes.
Sin su potestad en vida para marcar una posición clara, quizás es hora de escuchar a quienes habitan los espacios en donde se pretende instalar una u otra escultura. La imposición de ideas en espacios públicos o la utilización de los mismos para salvaguardar valores de otra generación, no parecieran dar resultados positivos y esto ha quedado en evidencia en los últimos años.
Como escribió el arquitecto y Premio Pritzker, Aldo Rossi, los elementos del pasado en las ciudades “pueden ser considerados como elementos patológicos, o como elementos propulsores. O bien nos servimos de estos hechos para intentar comprender la ciudad en su totalidad o acabamos quedando atados por una serie de hechos que no podremos relacionar después con un sistema urbano” (“Arquitectura en la ciudad”, 1971).