¿Qué puede hacer una cámara contra una excavadora? ¿Qué puede hacer una imagen contra la guerra? El documental «No Other Land», que por estos días se estrena en Chile, responde con fuerza a estos cuestionamientos: puede contarlo. La película sigue al joven cineasta palestino Basel Adra, quien documenta la demolición de su comunidad, mientras forja una improbable alianza con el periodista israelí Yuval Abraham.
Ganador del Oscar al Mejor Documental Extranjero, el filme se estrena en salas chilenas a través de una gestión del Centro Arte Alameda, un espacio que sostiene una cartelera alternativa. Y no es menor, que podamos ver, desde el sur del mundo, narrativas íntimas y urgentes que quedan fuera del cine comercial.
«No Other Land» se inscribe en una genealogía de documentales que han abordado conflictos desde dentro, sin distancias ni intermediarios. En «For Sama» (2019), por ejemplo, la cineasta siria Waad Al-Kateab filmó durante cinco años su vida bajo bombardeos en Alepo. La película entrelaza maternidad y guerra, ya que, al mismo tiempo que documenta la devastación diaria, la vemos dar a luz a su primera hija, Sama, y enfrentarse a la decisión de quedarse o huir a un lugar seguro, junto a su esposo quien es médico en uno de los pocos hospitales que quedan en pie.
La trilogía «La Batalla de Chile» (1975) de Patricio Guzmán es un referente clave en esta tradición de documentales. Capturando los días previos al golpe de Estado de 1973, se ha convertido en un testimonio histórico de la efervescencia política y social que se vivía en Chile. Guzmán hizo las filmaciones junto a un equipo reducido, muchos de los cuales tuvieron que huir del país tras el golpe militar. Pero antes, se encargaron de que el material filmado estuviera a salvo. En 1997, siete años después del regreso a la democracia, recién se estrenó la película, cuyo camarógrafo Jorge Müller, es hasta hoy uno entre los miles de detenidos desaparecidos.
Filmar en condiciones de guerra no es solo una decisión artística. Significa grabar mientras se huye, proteger discos duros como si fueran vidas, esconder cámaras en medio del caos. Significa también que el cineasta puede convertirse en un blanco. Hace solo unos días, Hamdan Ballal, uno de los realizadores del documental «No Other Land», fue arrestado por las fuerzas israelíes mientras recibía atención médica en una ambulancia. Documentar, en estos contextos, es un acto de alto riesgo.
¿Qué hace entonces que, en medio del peligro, se despierte el instinto por documentar? Quizás sea la urgencia de dejar constancia, de no permitir que el olvido borre lo vivido. O quizás, como dijo alguna vez Patricio Guzmán, porque “un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías”.