Gálibos, de la serie Diagramas de Hugo Rivera Scott se presenta la Universidad Austral

Galería Réplica, Valdivia. 13 de noviembre de 2018.

“El mundo no está más frente a él [el artista] por representación: es más bien el pintor que nace en las cosas como por concentración, venido a sí mismo de lo visible, y el cuadro finalmente no se vincula a lo de fuera entre cosas empíricas sino a condición de ser ante todo “antifigurativo”; es espectáculo de alguna cosa siendo “espectáculo de nada”, reventando la “piel de la cosa” para mostrar que las cosas se hacen cosas y el mundo se hace mundo”.

Maurice Merleau-Ponty. El ojo y el espíritu (Paidos, Buenos Aires, 1977. p52)

Todo parece trazado por un golpe. La actual muestra de Hugo Rivera Scott tiene esta gravitación. Gálibos, término definido como una horma que permite el trazado de una zona geométrica, da cuenta de una continuidad con las exposiciones de los diagramas llevadas a cabo anteriormente en la Galería D21 y en el Parque Cultural Ex cárcel de Valparaíso, pero también exhiben una variación en la medida en que esta palabra enfatiza el carácter productivo ya presente en las series anteriores. No quisiera profundizar en este momento en el significado de este procedimiento, explícito en otros catálogos de Hugo Rivera Scott y guiado suficientemente por la pantalla de los fotogramas al comienzo de la sala, sino más bien quisiera señalar algunas sutiles marcas.

“La serie Diagramas —dice el artista—es la recuperación de un proyecto de fines de los sesenta y podría ser denominada igualmente Gálibos, término que implica una dimensión o perfil que se ha usado en el transporte, pero sobre todo en la construcción naval como modelo o plantilla de una cuaderna u otras piezas de una embarcación”.

Me gustaría resaltar este quiebre y esta reconstrucción.  En el catálogo de Diagramas, publicado por D21 Proyectos de arte (2014), el
texto de María Berríos termina con un “Epígrafe para un libro condenado” aludiendo por supuesto a Baudelaire, pero también a uno de los grandes amigo de Hugo Rivera Scott: Juan Luis Martínez. La vuelta de tuerca de la cita indica la causa de la ruptura del proyecto inicial: el golpe de estado.
El proceso de abstracción de los diagramas imbrica, por una parte, unpensamiento visual sobre el dibujo; el significado suspendido a través del trazo
2 continuo que, en su geometría, hace reflexionar acerca del movimiento y el acontecimiento del aparecer. Merleau-Ponty comprendía este gesto de
nacimiento de lo visible como una herida corporal en la tela. En cierta medida, los diagramas acentúan el modo cómo los objetos adquieren su dimensión. Por  otra, esta discreta torcedura de la representación adquiere una nueva tonalidad al plantearnos la pregunta por el carácter objetual del trazo; es decir, no como una mediación que ilustra un afuera, sino como un dibujo que incita la revisión de los recursos expresivos.

La ruptura de este proceso material de pensamiento estriba en un quiebre relativo a un modo de trabajo que se venía realizando en el arte porteño desde los sesenta, o tal vez desde antes si se miran referentes a más largo plazo. Era una generación de artistas que luego fueron conocidos como el grupo de Viña del Mar o del café cinema, aunque en rigor reunía a diferentes creadores de la zona.

Coincidían Juan Luis Martínez, Eduardo Parra, Ennio Moltedo, Thito Valenzuela Aldo Francia, Francisco y Hugo Rivera Scott, entre otros. Justo Pasto Mellado refiere a esta práctica como la historia de la objetualidad en el arte porteño; historia sin historiografía —como muchas en Chile—, inconclusa y todavía no suficientemente explorada. Las lecturas de Jean Baudrillard en el Sistema de los objetos (1968) y, posteriormente, la de Abraham Moles en Teoría de los objetos (1973), fueron relevantes en conformar una densidad filosófica sobre este aspecto. Por un lado, Juan Luis Martínez expone directamente sus Objetos a principios de los años setenta —hoy reconocidos gracias a las sucesivas exposiciones—, mientras que Rivera se vuelca a este campo de experimentación de los diagramas, teniendo como referente la invisibilización y disminución de los contrastes del color en la pintura azul (1968) que, al mismo tiempo, resalta la objetualidad de la materia. O, si se prefiere, provoca un esfuerzo de visibilidad
obligando a pensar en la labor y los métodos artísticos. La primera frase de María Berríos es clave: “existen dibujos de objetos, y existen dibujos que son objetos”. Los diagramas contienen esta última exigencia; esto es, suscitan una inflexión de la mirada hacia los dibujos en su aparecer como tal;
la huella de lo visible como espacio, materia, tiempo, movimiento, incluso —si los llevamos a la dimensión de la letra— a la emergencia de la grafía.
Como le decía a Hugo Rivera durante el montaje, mientras miro los diagramas no puedo de dejar de transitar —aunque no lo quiera— hacia la poesía. Digo “no lo quiera”, porque en estos procedimientos la suspensión del significado implica un cuestionamiento de la representación y, al mismo tiempo, mueve al espectador hacia un pensamiento visual. Pero, justamente, es lo que en su poética lleva a cabo también Mallarmé. Incluso, Rivera emplea la palabra “constelaciones” 3 respecto del agrupamiento de ciertos diagramas; término que el poeta desenvuelve a su vez como un lugar de la página en correspondencia con el universo. Un universo extraño del poema, porque el silencio de la página en blanco desborda los significados, requiriendo de otras asociaciones ligadas a la materialidad de las letras y del espacio. El lugar de una constelación; el lugar de las repeticiones; el lugar de las letras como dibujos; el lugar de la visualidad como una bailarina observada en su trayecto, parafraseando a Mallarmé y Martínez.

Implícitamente, es el pensamiento político que la poesía pura finisecular proponía contra el espectáculo mercantil y que los diagramas insinúan de algún modo en la concentración atenta a las hormas del dibujo.

Gálibos, también hace pensar en las escalas y los soportes. En la labor de dimensionar el espacio; en establecer las formas geométricas como recurso
inaugural del trabajo artístico (y que la arquitectura cumple de manera más  evidente). Plantea las “sinuosidades” de las líneas que, en sus cruces y abruptos cortes, se asemejan al territorio de Valparaíso. Escalas que figuran caminos; caminos que recortan cerros rodeándolos; continuidades, repeticiones y variaciones.

Creo que aquí se da un plano sutil en la función del arte, donde se une el trabajo  de obra con la docencia de Hugo Rivera Scott. Los diagramas suscitan una huella minémica; si nos detenemos a observarlos, se muestran con ese halo de la primera enseñanza de dibujos y letras. Dan cuenta de una lejana percepción de infancia cuando por primera vez nos enfrentamos a calcar, a marcar con el lápiz un registro. Remontan a esa extraña fugacidad de las primeras representaciones que no necesitan representar algo y que hacen surgir poco a poco una especie de molde, como la cuaderna de un barco que sostiene la figuración y el cuerpo.

No creo que sea casual que una parte de esta obra gemela de gran formato — Gálibos— vaya a ser montada en la biblioteca de la Universidad Austral, de modo semejante a como se hizo con otro diagrama de Hugo Rivera en la biblioteca de la Universidad de Chile Eugenio Pereira Salas de la Facultad de Filosofía y Letras.

A mi modo de ver, es sugerente que el artista opte por estos espacios. Su trayectoria da cuenta de la relación con los libros. Texto e imagen son aspectos claves en su experiencia artística. Tanto en el modo en que fue desenvolviendo la relación de la imagen visual en poesía (la parte gráfica de La puerta giratoria de Eduardo Parra se debe a su autoría, por ejemplo) como también el acendramiento en su trabajo de las relaciones literarias y amicales.

Me gustaría resaltar dos aspectos en esta práctica de arte: ningún autor o artista se crea solo. Siempre hay una conformación de diálogos, influencias, vínculos 4 comparativos y de amistad que permiten desenvolver una poética visual o literaria. Por otro lado, la relación texto e imagen, que se enfatizó en los sesenta en Chile (ya sea en el norte con el grupo Tebaida, en Trilce de Valdivia o en Cinema de Valparaíso, entre otros) cumplió una labor que no se terminó con el golpe, a pesar de que la mayoría de sus exponentes se fueron al exilio. Esta práctica se convirtió en la generación siguiente en una forma de enfrentar la dictadura a través de la resistencia gráfica.

Todo parece trazado por un golpe, decía al comienzo. Pero también de una continuidad. Hugo Rivera Scott se proponía ejecutar los diagramas en un trazo y de una sola vez. Recién recupera el instrumento de trabajo (una pelikan modelo Graphos, serie T) a su vuelta a Chile y, después de un largo tiempo, gracias a los oficios de María Berríos. El golpe interrumpe un proceso de producción y pensamiento, transformando a Chile y, por supuesto, al arte; hoy asistimos a cierta reposición de esta historia inconclusa. A principios de año observamos una situación parecida con la muestra de Guillermo Deisler, quien había expuesto en Valdivia en los setenta junto a otros “poetas pintores” (así se llamó la actividad en ese entonces): Luis Oyarzún y Enrique Lihn; escena de diálogo que la muerte y el golpe truncó.

Hugo Rivera Scott reanuda un campo de experimentación comenzado a fines de los sesenta y vuelto a abordar en Diagramas y Gálibos. El juego entre la invisibilidad de lo visible (o vice-versa) puede mirarse en el cuadro de la pintura azul, pero también en cierta medida en las tonalidades del amarillo y el blanco de esta nueva tela de gran formato (Gálibos) pintada en la galería, que se convirtió a la vez en un taller. El ciclo entre 1968 y 2018, cincuenta años de pensamiento visual que pasan por la serie de los diagramas, viene a completarse  hoy con la vuelta a la pintura.
Tendremos la oportunidad, al cerrar esta exposición, de presenciar otra ruptura, pero no será de la catástrofe sino de la donación. Esto indica que, a pesar de los desastres de la historia, a veces el arte se presenta con cierta continuidad de trazo como testimonio de una posibilidad repetitiva e inaudita.

 

¡Gracias Hugo Rivera Scott por esta muestra!
Jorge Polanco Salinas