Cristian Keim, director TNCH

Cristian Keim por aniversario del TNCH: «Estamos trabajando por acercar a los públicos más populares»

Cristian Keim, director TNCH

El 22 de junio de 1941, con el estreno de “La guarda cuidadosa” y “Ligazón”, el Teatro Nacional Chileno, conocido entonces como Teatro Experimental, marcaba el hito inicial de su trayectoria. De la mano de la dirección de Pedro de la Barra, usaron cualquier rincón disponible de Casa Central como lugar temporal de ensayos dramáticos, hasta que en 1954 les fue asignada la administración de la Sala Antonio Varas.

Hoy el TNCH resiste como una de las piedras fundacionales de la cultura nacional y el alcance de su legado histórico sigue en expansión. Cristian Keim, director del TNCH desde 2020, comenta que este nuevo aniversario los encuentra de viaje por partida doble: recientemente fueron parte de la Cuadrienal de Diseño y Espacio Escénico de Praga, en República Checa, y estuvieron de gira con su obra “La Población”, un espectáculo sinfónico basado en la obra de Víctor Jara, que participó en el Festival Internacional de Teatro Progresista de Venezuela.

Cristian, cuéntenos qué representa la obra “La Población” para el TNCH y, como una coproducción con DMUS, ¿qué precedente marcan en la relación interdisciplinaria e interdepartamental en la Universidad de Chile?

La obra “La Población” es muy relevante para nosotros porque es un homenaje a Víctor Jara, uno de los hijos ilustres del TNCH. Víctor trasciende a lo popular y al espectro mundial como un referente desde la música. Pero él fue primero que todo, actor y director de teatro. De hecho, el paso hacia la música se da desde el teatro, hasta que en un determinado momento, por compromiso político, decide que su canto va a apoyar el proyecto de la Unidad Popular, y en eso está cuando es asesinado. Entonces, el registro histórico que queda es ese último Víctor. Con esta obra le rendimos homenaje a una figura histórica de nuestro teatro. Y también trabajar con este tipo de material, más popular, nos permite alimentar el capital simbólico cultural, que es un área que yo encuentro que ha estado muy descuidada en el último tiempo.

La colaboración con el DMUS ha sido un esfuerzo; descubrir cómo funciona una orquesta y las lógicas de los músicos, ha sido todo un aprendizaje. Estamos muy contentos con este trabajo y esperamos que se vayan dando las oportunidades para ir profundizando. Cuando uno trabaja con distintos puntos de vista, lo que obtiene es una mejor fotografía de la realidad. Entonces, creo que en la medida en que como Universidad vayamos realizando alianzas y trabajo inter y transdisciplinario, el conocimiento que vayamos produciendo y en el caso del arte, el material simbólico que pongamos en circulación, va a ir mejorando indefectiblemente.

«La Población», espectáculo sinfónico basado en la obra de Víctor Jara.
¿Cuál es la apuesta del TNCH en el aporte de material simbólico cultural para Chile?

Tengo la impresión de que los signos hay que apropiárselos y hay que mantenerlos vivos. Me parece súper interesante el trabajo cultural que realizó la dictadura en este país, apropiándose de ciertos elementos. La bandera de Chile, por ejemplo, es apropiada por los grupos de ultraderecha, pero la bandera chilena siempre ha formado parte de la historia del campesinado, de la historia de las tomas y las poblaciones. Entonces, ese material simbólico, transversal a la construcción de identidad nacional, es algo que debemos recuperar y ese es el enfoque de “La Población”. Volvemos a poner los símbolos en un lugar icónico, y en un formato que apela a los doctos con la música clásica, pero también mezclando con estilos populares. Así estamos construyendo y acercando esos signos para que podamos volver a entender al país como un todo. En ese sentido, las líneas curatoriales que estamos trabajando en el TNCH apelan a hacer un esfuerzo por acercar a los públicos más populares, de los que tengo la impresión que muchas veces se han visto alejados y eso ha sido un error, que estamos en el trabajo de intentar corregir.

De cara al aniversario 82 del Teatro Nacional Chileno, ¿cómo diría que ha evolucionado el panorama teatral en Chile y qué cambios ha experimentado el TNCH en particular?

El aniversario 82 es súper relevante, ya que este teatro marca el inicio de un salto al profesionalismo, y lo que celebramos es a esa camada de gente que en los años 40 comenzó este camino, y celebramos la luz y el ímpetu que nos legaron. El teatro ha cambiado muchísimo en las últimas décadas, hubo un boom hacia fines de los 90 y de la cantidad de escuelas que proliferaron, surgieron distintos estilos, enfoques y formas de entender la disciplina teatral. Pero, actualmente vivimos un momento complejo, post pandemia, en que recuperar audiencias es un objetivo fundamental y también intentar ser una contribución para modificar algunas políticas de Estado que a mi juicio han estado erradas. La concursabilidad, por ejemplo, sin duda ha sido una política nefasta, porque cuando uno concursa por dinero ofrece cosas y acostumbra al público a cosas que no deberían acostumbrar. Que la gente no esté habituada a pagar una entrada para ir al teatro es súper complejo. O sea, todas las giras que se realizan a nivel nacional, la gente asiste gratuitamente. Yo no digo que eso no tenga que ocurrir, pero eso entonces debiese ir acompañado con una inversión en el ámbito de cultura que permita que las trabajadoras y trabajadores del mundo cultural puedan sobrevivir sin mayores problemas.

Hoy yo veo en el teatro una trinchera y un espacio de resistencia, que apela a combates simbólicos. El Teatro Nacional Chileno, si ha sobrevivido 82 años, es por la energía de las trabajadoras y trabajadores que han estado aquí, y esperamos continuar. Que una institución cultural del mundo del teatro cumpla 82 años, es rarísimo en un país como este. Nosotros hemos podido llegar a este punto porque la Universidad de Chile siempre ha estado, y esperamos que lo siga estando.

Gracias al trabajo de su Centro de Investigación y Patrimonio, acaban de exponer en Praga, ¿por qué son importantes las investigaciones y creaciones artísticas sobre la memoria y hacia dónde apuntan estos esfuerzos?

Después de ocho décadas de funcionamiento, lógicamente van quedando ciertos materiales y residuos propios del quehacer teatral, dejados por la gente anterior a nosotros. Particularmente nuestras secretarias, comenzaron a ver que esto era importante y había que resguardarlo. Acabamos de tener una exposición sobre los vestuarios de Guillermo Núñez en Praga, curada por la Prof. Valentina San Juan. Esto marca algo súper interesante, porque ese proyecto tiene otra parte que es la elaboración de un protocolo de manejo de piezas textiles de teatro, fotografías y afiches. Ahora estamos ordenando el archivo y se está trabajando en cosas muy básicas: como un programa computacional de catalogación de documentos. Estamos siendo asesorados por el Archivo Andrés Bello y nuestro objetivo de aquí a cinco años es tener un centro con características profesionales para conservar todo el patrimonio.

Este lugar tiene mucha historia, tenemos más de dos mil vestuarios guardados, miles de fotografías y recortes de prensa. No hay que olvidar, además, que como vecinos del Palacio de La Moneda, aquí siempre han venido los presidentes, suelen aparecer los ministros y es un lugar muy simbólico. Entonces lo que estamos haciendo es proteger el patrimonio para que las futuras generaciones tengan acceso a estos materiales y puedan investigar, inventar y crear.

Inauguración de la exhibición «Guillermo Núñez, vuelve a Praga», curada por Valentina San Juan, Profesora del Depto. de Teatro y coordinadora del Centro de Investigación y Patrimonio del TNCH. Embajada de Chile en República Checa.
Uno de sus objetivos al asumir el cargo fue volver a que el TNCH fuera un espacio experimental, empujar los trabajos de gente joven y la dramaturgia contemporánea. ¿Cómo se ha avanzado en esta línea?

Vamos avanzando bastante bien. Este teatro tiene que tener una programación equilibrada, que se haga cargo de la historia, pero también es un espacio para ir abriendo caminos. Entonces, nosotros acogemos distintos trabajos. “La Población”, por ejemplo, es una obra de los años 70, pero dirigida por dos mujeres jóvenes.

Luego tendremos una obra que se llama «Levitas», que es de un grupo teatral que trabaja con evangélicos. Es bien interesante de observar porque hablan del abuso de los pastores al interior de la iglesia evangélica, pero no niegan la idea de Dios dentro del montaje. Entonces, el público evangélico puede ver un montaje como este y eso lo encuentro súper atractivo.

En este teatro nuestra política es decir que sí, y en general, el 80% de la gente que llega a golpear la puerta acá recibe un sí. Si hay calidad, una propuesta artística, contenidos que sean interesantes y están dispuestos a trabajar en colectivo, entonces sí.

El teatro como motor de empatía

Como docente de pregrado en el Departamento de Teatro, Keim ha desarrollado un especial interés por la educación. Y en el ejercicio de legar una historia tan vasta como la del TNCH, el actual director se detiene en el slogan de gobierno del otrora profesor y ex presidente de la república, Pedro Aguirre Cerda: “Gobernar es educar”, escenario en donde se fundan estas tablas. “Evidentemente otro contexto de país”, sentencia.

Hace un año Ud. mencionó que al término del gobierno de Boric esperaba que la cultura estuviese en un mejor pie, ¿cómo ve ahora ese futuro y qué expectativas tiene para la cultura y el teatro?

Me parece que en el ámbito de la cultura han habido algunos avances, pero falta protagonismo del Estado, a todo nivel, en el ámbito cultural. No como el subsidiario o el que arma un concurso, sino como un protagonista de las transformaciones. Entonces yo creo que faltan cambios de fondo en el ámbito de la cultura, un mayor protagonismo del Estado y hace falta una reforma de educación.

En ese sentido, ¿qué lugar le pondría Ud. al arte, a la educación artística en esa reforma?

La educación artística tiene que ser un pilar fundamental en cualquier reforma educacional. Hay asignaturas que son protagonistas en los currículos formativos básicos, y otras, como los lenguajes artísticos, que son marginales, y que corresponden a otro tipo de formación. Es una educación más sensible, que ayuda a generar empatía con otros seres humanos, que nos saca de lo individual para vivir experiencias colectivas que son súper enriquecedoras de la vida de los niños y niñas; y que cuando no las tenemos, lo que formamos son individuos resultadistas que no tienen un soporte común.

¿Podría tener, por ejemplo, una propuesta como la incorporación de teatro dentro del currículum educacional?

El teatro le hace muy bien a las personas, porque cuando tú juegas a ser un otro, o una otra, inmediatamente tus puntos de vista se diversifican, te vas volviendo más tolerante y adquieres mayores capacidades de comprender al otro. Quienes hacemos teatro tenemos esa fortuna disciplinar: como vas conociendo distintos seres humanos, puntos de vista y contextos, nunca dejas de aprender, y en ese sentido encuentro que es súper recomendable hacer teatro.

El sombrero de paja de Italia, TNCH, 1956. Dirección: Pedro Orthous. Cortesía Teatro Nacional Chileno.
En el contexto de la conmemoración de los 50 años del golpe, ¿Qué piensan de la posición que está tomando el Estado en torno a ello? ¿Tiene la disciplina teatral un lugar allí?

Lo que esperamos es que sea una conmemoración muy importante y da la impresión que con el contexto político que estamos viviendo, las acciones están un poco tibias. Aquí hay un “nunca más” que debe ser protagonista. Estar en desacuerdo políticamente me parece que es parte del cotidiano, pero matar y torturar personas, y que existan centros de detención, me parece que merece un gran “nunca más” que yo no he visto hasta ahora. Espero que eso vaya cobrando forma y que vaya emergiendo muy nítidamente. Actualmente yo veo que hay ciertas iniciativas en el mundo del teatro, más bien particulares. Y claro, y cómo está construido el país me parece de toda lógica, pero yo echo de menos un compromiso mucho más claro, desde acciones promovidas por el Estado, que hasta el momento no las veo.

¿Cuáles son los proyectos futuros del TNCH? ¿Hay alguna producción particular que estén preparando y que le entusiasme compartir con nosotros?

En relación a los 50 años del Golpe, vamos a tener en agosto, “Hechos consumados”, obra dirigida por Alfredo Castro, y luego, en septiembre, vamos a estar con “El taller” de Nona Fernánde. Al frente, en el Centro Cultural La Moneda, tendremos una acción performativa que le llamamos “Las ruinas de Versalles”, que la realiza la directora francesa Julie Pichavant de la Universidad de Toulouse. Actualmente ella está trabajando con un grupo de estudiantes de teatro de la Universidad de Chile, asistidos por la académica e historiadora Carla Peñalosa. Este es un proyecto conjunto con el Departamento de Teatro.

En octubre se estrenará un proyecto súper atractivo, que trabaja con el tema de los niños institucionalizados. Es una investigación de la psicóloga Paloma Castillo, quien realizó entrevistas a gente que vivió en instituciones vigiladas por el Estado. Ese montaje lo está escribiendo Sebastián Cárez-Lorca y lo dirige Mario Monge. Además, tiene la gracia de ser un proyecto interdisciplinar que se está trabajando con un artista visual norteamericano. Es una apuesta grande y estamos expectantes.

Sala Antonio Varas
Teatro Nacional Chileno, Sala Antonio Varas, Morandé 25. Sede desde 1954 del TNCH.